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Sobre los límites de la política.

noviembre 29, 2010 Deja un comentario

Si acordamos respecto a que la política surge con sus actores para hacer de mediadores, velar por los intereses de los conciudadanos, resolver las desigualdades y problemas entre las personas que conviven en una sociedad, entonces los políticos son la solución antes que el problema. Pero no podemos, solo por asumir que son necesarios para mantener el orden, despojarlos de toda responsabilidad y crítica. Los actores políticos son  tan responsables de los resultados negativos como positivos de sus acciones políticas y caminos trazados.

Vivimos en sociedades instruidas en la política y la democracia y, como tal, son dependientes de sus actores políticos respectivos y de las acciones que estos tomen. De esta forma, ellos son responsables de tales acciones y de los resultados, tanto negativos como positivos que éstas produzcan. Si las acciones políticas generan nuevos problemas a la sociedad, independientemente de que se mantenga o no el orden en la misma, los ciudadanos están en todo su derecho de recriminar a quienes las llevaron a cabo.

A pesar de estas afirmaciones, muchas recriminaciones (como la de Arturo Pérez-Reverte) olvidan la dificultad de establecer reformas en un sistema político complejo, como es la democracia. Las reformas logradas bajo democracia toman tiempo, y el tiempo que tienen los actores que llegan al poder es limitado. Además, la acción política y existencia de oposición muchas veces impide que las reformas realizadas se alineen perfectamente al ideal que fue prometido previo a las elecciones libres. La democracia impone limites a los políticos por naturaleza, logra que ninguna voluntad por si misma pueda imponerse por completo ante las demás, lo que, naturalmente, complica y alarga el proceso de llegar a reformas.

Se puede argumentar que la política se ha ido deteriorando, que es ineficiente, incapaz, corrupta, que ya no cumple ni intenta cumplir con las expectativas de los ciudadanos, por lo que estos últimos se han distanciado de la misma. Esto no es del todo correcto, si bien el nivel de votantes voluntarios puede haber disminuido, cada vez organizaciones siguen exigiendo a los políticos y esperando resultados, sin obtenerlos muchas veces. Esto se debe, más que nada, a lo expuesto en el párrafo anterior. Por otra parte el deterioro de la política no es del todo cierto tampoco, es una imagen que se presenta a los ojos de los ciudadanos, que explicaré con más detalles en el párrafo siguiente.

La política no va empeorando y los actores no son necesariamente corruptos. Todo lo contrario: la política evoluciona y mejora; su imagen, mientras tanto, se deteriora. Acepto que hay actores políticos corruptos, en todas partes lo hay, pero la política se transparenta gracias a diversos factores -la libertad que explotan los medios, una sociedad civil más robusta (donde surgen todo tipo de instituciones y organizaciones protegiendo y exigiendo a los políticos sobre temáticas variadas como el feminismo, maltrato animal, etc.), por nombrar algunos- ha ido mejorando, y, a pesar de ello, o tal vez más certeramente, a causa de ello, la gente se encuentra cada vez más desencantada. El aumento de las exigencias e información entregada al público general genera descontentos al final, a causa de que muchos de los resultados exigidos son difíciles de alcanzar, en especial en medios democráticos. A todo eso y más se debe que en nuestras sociedades los ciudadanos afirmen que prefieren vivir en una sociedad democrática y a su vez puedan sentirse disconformes con la mayoría de sus actores políticos. Así, se construye la imagen de la política como ineficiente e incapaz.

La política existe y aun es una herramienta para mantener un orden en nuestras sociedades y abrir espacios para arreglar las diferencias de los ciudadanos, pero está limitada por diversos factores. El desencanto de los ciudadanos es inminente. La política tiene que limpiar su nombre para poder volver a atraer y agradar al pueblo, y para esto debe intentar agilizar los proyectos y reformas sin disminuir los procesos democráticos. Es, sin lugar a dudas, más fácil escribirlo que lograrlo.

Por: Adolfo Witt

Links: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/facdermx/cont/245/pr/pr8.pdf

“Desevolución” de la democracia

octubre 27, 2010 Deja un comentario

A lo largo de la historia el derecho a votar ha sido peleado por las clases sociales que se encontraban excluidas de aquel privilegio. Ya hace varias décadas nos encontramos viviendo en un mundo donde prácticamente a todo ciudadano le es permitido el voto, en algunos países este es obligatorio, en otros es optativo. Actualmente nos encontramos enfrentados a un problema no menor: el desencanto de los ciudadanos con los partidos políticos existentes. Se presenta con más claridad donde el sufragio es optativo, pero no muestra ausencia en los lugares donde es obligatorio. En principio, las causas del desencanto de los votantes pueden ser variadas -ya lo menciona Dahrendorf en su columna-, algunas pueden presentarse más fuertes que otras.

La importancia de la democratización interna de los partidos políticos cobra importancia en este ámbito. Dentro de todo lo que envuelve la democracia interna me voy a centrar principalmente en la selección de los candidatos a cargos de representación popular. La falta de claridad en estos procesos puede ser parte generadora de esta desilusión existente de la clase civil con los partidos políticos: en una amplia cantidad de países latinoamericanos las elecciones internas se realizan de forma cerrada.

El poder político parece estar concentrado constantemente y sin excepciones en los mismos actores de siempre, lo cual elimina en cierta cantidad la sensación de estar viviendo un proceso realmente democrático. Si bien se han visto grandes avances en estos ámbitos (con la inclusión de las mujeres), no se entrega, ciertamente, mucho espacio para minorías y grupos subrepresentados -grupos étnicos, discapacitados, jóvenes, por ejemplo- dentro de los partidos políticos. En vista que no se observan estos grupos participando activamente en los procesos que ocurren dentro de los partidos políticos democráticos, da la sensación que su participación dentro de los procesos de la definición de los programas, estrategias y toma de decisiones es inalcanzable.

Otra causa a considerar es que, como menciona Ralf Dahrendorf, los partidos políticos, en su afán de ganar las elecciones y representar a la mayor cantidad de ciudadanos, terminan por no hacer sentir a ninguno representado realmente. Además, al no poder ver resultados inmediatos y, en ocasiones, no verlos en lo absoluto, los sufragantes sienten que su participación en las elecciones no hace ninguna diferencia. De esta forma van disminuyendo sus deseos de participar.

Una posible solución sería permitir a los diversos partidos políticos decidir si su proceso de elecciones internas se realizará de forma abierta o cerrada. Se puede argumentar que el tener elecciones internas abiertas causaría menor debate público. Es una opinión totalmente válida, pero no es necesario que suceda de esa manera. Permitir la participación de los ciudadanos en la selección de los candidatos de un partido político no implica necesariamente una baja en el debate público, más bien podría permitir a los posibles candidatos expresarse con libertad en sus ideales y darle espacio a otro tipo de debate. Además, los debates públicos que toman lugar luego de las elecciones internas no se verían afectados.

Para concluir, luego de años de evolución para que cada ciudadano pudiera participar en las elecciones, la clase civil, estando desencantada y desconfiando de los partidos políticos, prefiere no ir a votar, o apoyar al “menos peor”, y no se sienten representados ya por los actores políticos existentes, dando lugar a una especie de retroceso en la evolución del proceso democrático. Para solucionar estas problemáticas es necesario ofrecer un mayor grado de representación y participación a los ciudadanos: seguir el camino a una mayor democratización, como expone Dahl, aumentando el debate público y lo representativo de la democracia.

Links:

http://works.bepress.com/cgi/viewcontent.cgi?article=1028&context=flavia_freidenberg

Democracia: utopía y realidad.

septiembre 29, 2010 1 comentario

Democracia. Lo más importante antes de empezar este pequeño ensayo es definir lo que “democracia” significa, o al menos el significado que quiero darle durante el mismo. “Democracia” significará lo que nos indican sus raíces griegas: poder del pueblo (Demos: “pueblo” y Krátos: “poder” o “gobierno”). Con eso entendido, solo me queda clarificar que de todas maneras se necesita que un Gobierno sea manejado por un único partido político, o existirían complicaciones varias para el progreso, esto sin eliminar la participación de otros partidos en la determinación de la agenda pública.

Retomando la definición de Karl Popper de «democracia», esta parece sin duda insuficiente al vernos enfrentados a la pregunta que propone Ralf Dahrendorf. Si bien se considera en gran parte que democracia es darle el poder al pueblo y el poder de elegir a sus candidatos, nos enfrenta a las posibilidades de sufrir un gobierno antidemocrático. Me es imprescindible aclarar que por antidemocrático no me refiero expresamente a llevar a una dictadura, o eliminar las elecciones y simplemente gobernar por interminables años, sino también a muchas otras formas más sutiles de quitarle poder o controlar y arriar al pueblo (menor democracia).

Tomemos un par de ejemplos. Primero podemos observar el gobierno ecuatoriano, donde se encuentra con la batuta el Presidente Rafael Correa. Asumió el poder luego de ser electo en enero de el año 2007 y formó una Asamblea Nacional, también electa por el pueblo, para modificar la Constitución. Resulta que una abrumadora mayoría de los llamados a participar en la Asamblea resultaron ser simpatizantes del Presidente. Luego de modificada la carta magna fue electo nuevamente y seguirá en su puesto hasta el 2013. Sin ninguna intención de criticar a fondo las reformas del actual Presidente ecuatoriano, este ha utilizado su poder político de una manera poco favorable en varias ocasiones, separando al pueblo, a las distintas clases sociales, siempre con los ojos en el apoyo de las mayorías. Cuando debería formar espacios de convergencia y coincidencia se vuelve destructivo. Crítica fuertemente a los medios de comunicación, posiblemente busca controlarlos, ya que estos solían antes, más que últimamente atacarlo. No sería el primer Gobierno en América Latina en controlar los medios, y esta sin duda es una forma más sutil de -mediante la omisión de información o modificación de la misma- quitarle poder al pueblo.

Otro ejemplo sumamente actual y familiar a todos nosotros es el conflicto del gobierno actual chileno con los mapuches en huelga de hambre. Cabe recalcar que una gran parte del pueblo simpatiza con los mapuches, y que han existido también manifestaciones violentas. Los mapuches en este caso son una minoría, pero son parte del pueblo. ¿Podemos hablar realmente de una democracia verdadera cuando existe una parte del pueblo que esta siendo ignorada? Algunos dirán que no todas las demandas y deseos de cada minoría se pueden cumplir. Y eso es cierto, pero realmente no podemos llamar democrático a un Gobierno que deba decidir entre minorías y demandas, pasar a llevar a una minoría para mejorar el estado de otras. Ignorar pedidos públicos es otra forma sutil de prácticas antidemocráticas.

La perfecta democracia es sumamente difícil de alcanzar. Podemos hablar de gobiernos más democráticos, menos democráticos, por democracia en niveles, pero alcanzar la democracia en su completud podemos dejarlo como una utopía. Incluso revisando la solución que sugiere Dahrendorf: “democracia y algo más” -siendo ese “algo más” el Imperio de la Ley- ésta no es más que una manera de mantener a raya a aquellos capaces de destruir o llevar hacia atrás (a algún nivel más abajo) al Estado y Gobierno en términos de democracia. Sirve sin lugar a dudas a mantener la democracia en su nivel y el poder político en manos de las personas, si es que se cuenta con estos dos poderes bien delimitados y definidos.

Por: Adolfo Witt

Links:

http://www.jornada.unam.mx/2010/09/25/index.php?section=opinion&article=024a1mun

http://laestrella.com.pa/mensual/2010/09/29/contenido/285037.asp

http://asambleanacional.gov.ec/blogs/andres_paez/2010/09/07/lo-que-correa-busca-es-la-estatizacion-de-los-medios-de-comunicacion-dice-paez/

http://www.eluniverso.com/2010/03/25/1/1355/ap-acepta-rendicion-cuentas-medios.html

Judicialización: ¿es un fenómeno necesario?

agosto 27, 2010 Deja un comentario

Existiendo este fenómeno en que varios problemas sociales están pasando a ser tratados judicialmente, dejando de lado la política, implica un cambio en que la sociedad como tal pierde su decir y su voz en los temas que a ella conciernen.

Si bien es cierto que hay algunos temas que al ser traídos al espacio público generan costos y perdidas a los actores políticos, estos deberían asumirlos, ya que, de entregar esta responsabilidad a un juez, se está poniendo en manos de un único individuo el tomar una decisión que, en principio, ha de ser debatida. El juez que acepte esta responsabilidad tiene el deber de decidir lo correcto para la sociedad, pero, por más que John Rawls lo crea posible, es sumamente complicado que un individuo logre extrapolarse de sus más innatos sentidos e intereses, valores, creencias morales y demás, y lograr así ser completamente objetivo, incorruptible. Además, desde lo más básico, lo que define al Poder Judicial es que este debe fallar jurídicamente, mientras que los actores políticos deben atraer interés y debatir sobre temas que sean de interés público. Entregar estas responsabilidades al Poder Judicial, judicializar la política, son pasos que disminuyen la democracia existente en un país.

Como un contra-argumento a esta posición podrían surgir razonamientos que afirmen que hay ciertos temas que, a pesar de su cualidad de presentarse como temas de interés público, no logran ser resueltos por los actores políticos dentro de la esfera pública, y por ello deben ser judicializados, para así resolver las diferencias sin utilizar procesos vinculantes. Así, quien esté a favor de este argumento debe considerar más importante la el llegar a un fallo a temas para conseguir seguridad o clausura con respecto a dicho tema, que el interés público, la toma de decisiones vinculantes que entendemos como política.

En mi opinión, si se llegase a dar el caso en que la política se vea incapacitada para tomar una decisión en un momento determinado, no hay que apresurar las cosas llevando el tema a un juez, intentando judicializarlo.  Más bien los actores políticos deberían encargarse de retirar el tema de la agenda pública, del espacio público, hasta que consideren realmente que la sociedad haya evolucionado en alguna medida desde planteado el asunto. Entonces se podrá volver a debatir el tema y tomar una decisión vinculante adecuada, sin evadir el camino único de la política en temas que sin duda merecen de su atención, y no de la atención de los jueces.

Así, como no se busca la politización de la justicia, no se debe permitir la judicialización de la política. Son procesos diferentes, cada uno adecuado para asuntos distintos. Judicializar la política es saltarse algunos pasos importantes que hay que tomar para adecuadamente solucionar temas de interés dentro de la agenda pública.

Por: Adolfo Witt.

Links:

http://www.larepublica.pe/virtu-e-fortuna/30/05/2010/medios-y-judicializacion-de-la-politica