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Los cimientos para una democracia

Desde los tiempos antiguos, la relación entre democracia e imperio de la ley han producido un gran debate. El término “democracia” nació en el antiguo imperio de Grecia, lo cual traducido directamente significa “poder del pueblo”. La democracia en Atenas específicamente era directa, significando que cada uno podía opinar y votar acerca de los temas que entraban en el espacio de la política. Sin embargo, a medida que aumentó la población, también aumentó la tensión social, y una democracia directa ya no solucionaba los problemas de manera efectiva. Por esto mismo, se creó una democracia representativa, donde la gente vota por sus representantes, los cuales a su vez votan directamente en temas de contingencia pública. A pesar de que este tipo de democracia resolvió algunos problemas, creó otros. He aquí donde surge la pregunta que Ralf Dahrendorf nos plantea: ¿qué pasa con la democracia cuando se elige le gente errada como representantes?

Ya que el conflicto que surge entre los políticos es un conflicto entre iguales, las únicas soluciones son: aprehensión de normas, un corte de relaciones, o la existencia de un tercero. La democracia, entonces, debe poseer un cierto sistema de frenos y contrapesos de los representantes, para que así aún sea efectiva como forma de gobierno legítima. Por esto mismo, surge el término de “imperio de la ley”.  Este término afirma que nadie es inmune a las leyes del país. Al tener el imperio de la ley dentro de un país, le otorga legitimidad al poder político de los representantes, a la vez poniendo límites a este poder para que no caigan en el abuso e imposición de reglas. La democracia asegura que todos debemos ser igual ante la ley, pero para esto, se necesita un sistema que garantice cierto derechos. Sin un imperio de la ley, una mala elección puede terminar con la democracia, y años de arduo trabajo pueden haber sido en vano. Tal cual es el ejemplo que el mismo autor plantea de Irak. El pueblo americano, en vez de instaurar una democracia en el suelo iraquí, debería comenzar por los cimientos de ésta: un imperio de la ley.

Hay algunos autores que ven el imperio de la ley como un impedimento en los pueblos democráticos.  ¿Cómo puede ser que el imperio de la ley sea el cimiento de la democracia si son totalmente opuestos? ¿Nos podemos sostener en leyes que fueron hechas en un contexto totalmente diferente al cual vivimos hoy en día? Es verdad que las constituciones, donde se manifiesta el imperio de la ley, están hechas para que los gobiernos no se extralimiten, pero a la vez puede ser que limiten demasiado al gobierno al poder actuar, especialmente en tiempos de crisis. Sin embargo, como se ha visto en numerosos países, sin el imperio de la ley, la democracia es simplemente un estado de transición, inestable y fácil de derrotar.

En conclusión, los países deberían tener establecido primero el imperio de la ley, para después embarcarse en la búsqueda de la democracia, y no al revés. Sin los cimientos, no se puede construir un país próspero bajo este tipo de gobierno.

Referencias:

http://aristotle.thefreelibrary.com/A-Treatise-on-Government/3-16

http://www.unesco.org/issj/rics152/gibsonsp.htm

http://www.historyworld.net/wrldhis/PlainTextHistories.asp?historyid=ac42

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